C. S. Lewis (1898-1963), escritor y ensayista inglés, escribió «Una pena en observación», Desde tiempos pretéritos el ser humano se ha enfrentado a su dolor pero no lo ha expresado con tanta sinceridad como lo hace Lewis en este libro. Un libro que transmite el dolor de forma franca sin artificios, con la intensidad de las grandes obras de la literatura. una reflexión ante la muerte de su mujer Joy David Gresham con la que estuvo casado tan sólo cuatro años. El autor de las «Crónicas de Narnia» ofreció en este libro una visión lúcida sobre el silencio del dolor y el duelo en el matrimonio
Una selección de textos:
«Creo que estoy empezando a entender por qué la pena se siente como una expectativa. Procede de la frustración de tantos impulsos que se han hecho habituales. Todos mis pensamientos, sentimientos y acciones, uno por uno, tenían a H. por objeto. Sigo por rutina tensando el arco en la cuerda, pero de repente recapacito y me rindo a la evidencia. He tomado uno de los muchos caminos que llevan al pensamiento hacia H. Pero ahora hay un paso a nivel infranqueable que se cruza en mi ruta. Antes tantos caminos y ahora tantos callejones sin salida. Y es que una buena esposa ¡contiene en su entraña a tantas personas! ¿Qué es lo que no era H. para mí? Era mi hija y mi madre,mi alumna y unión entre esas personas, mi camarada de fiar, mi amigo, mi compañero de viaje, mi colega de «mili». Mi amante, pero al mismo tiempo todo lo que ha podido ser para mí cualquier amigo de mi propio sexo (y los he tenido buenos). Tal vez incluso más. Si no nos hubiéramos enamorado, no por eso hubiéramos dejado de estar siempre juntos, y habríamos sido piedra de escándalo. A eso me refería cuando una vez le encomiaba a ella sus «virtudes masculinas». Pero enseguida me paró los pies preguntándome si a mí me gustaría ser ensalzado por mis virtudes femeninas. Fue una buena réplica, querida. Aunque había en ella algo de las Amazonas, algo de Penthesilea y Camila. Y tanto tú como yo nos alegramos de que lo hubiera. A ti te alegró que yo lo reconociese.
«Porque realmente aprendimos algo y lo llevamos a su consumación. Ya se esconda o se ostente, hay siempre una espada entre uno y otro sexo, hasta que un matrimonio cabal los reconcilia. En nosotros, los hombres, es una arrogancia llamar «masculinas» a la franqueza, la justicia, y la caballerosidad, cuando se dan en una mujer. Y en ellas es arrogancia adjetivar de «femeninos» el tacto, la ternura y la sensibilidad de un hombre. Pero también lo más que pueden hacer esos pobres y pervertidos fragmentos de humanidad, meros hombres y mujeres, es sacar provecho de las implicaciones de esta arrogancia. El matrimonio brinda un remedio. Juntándose uno con otro llegan a ser plenamente humanos. «Dios los creó a su imagen y semejanza.» Y de ahí se deriva, paradójicamente, que este carnaval de sexualidad nos conduzca más allá de nuestro propio sexo. Y de pronto, al uno o al otro les llega la muerte. Y lo vemos como un tajo en seco al amor. Como la interrupción en el curso de una danza, como una flor con la cabeza desventuradamente tronchada, algo que se truncó y perdió, por tanto, su debida forma. Me pregunto si es así. Si, como no puedo por menos de sospechar, el muerto también sufre el dolor de la separación (y debe ser éste el mayor purgatorio de sus padecimientos), eso quiere decir que para ambos amantes -y para todas las parejas de amantes sin excepción-, el duelo forma parte integral y universal de la experiencia del amor. Es una continuación del matrimonio, de la misma manera que el matrimonio es una continuación del noviazgo o que el otoño es una continuación del invierno. No se trunca el proceso; es una de sus fases. No se interrumpe la danza; es la postura siguiente. Mientras el ser amado está aquí todavía, vive uno «fuera de sí». Luego viene la trágica postura de la danza, y tiene uno que aprender a seguir estando fuera de sí, aun careciendo de esa presencia corporal, aprender a amar a la Ella verdadera, en vez de retroceder a amar nuestro pasado, nuestra memoria, nuestra pesadumbre, nuestro alivio de la pesadumbre, nuestro propio amor.
«Una pena en observación» ha sido publicado por Anagrama, 1994 ISBN 9788433906533